Emplear «porque es tradición» como argumento no suele gustar. Hay altas probabilidades de que pongan sobre la mesa otra tradición que hoy en día nos parezca realmente mala, siguiendo la lógica: esto tan malo era tradición; las tradiciones pueden ser malas; luego, las tradiciones no tienen valor.
Pero, ¿acaso no es lo contrario? Siguiendo la regla heurística de «lo que no mata te hace más fuerte –o te engorda–», ¿el paso del tiempo, acaso no fortalece las tradiciones? ¿Las tradiciones que han llegado hasta nuestros tiempos, acaso no se han hecho más verdaderas sobreviviendo las tensiones de cada sociedad?
Cuando tenemos que tomar una decisión, tal vez deberíamos seleccionar la enseñanza que nos guiará del modo en que compramos vino: encaramos la estantería con mil botellas distintas, aceptamos que no somos enólogos y, dentro de nuestras posibilidades económicas, escogemos el más viejo.