Estudiando «Tort Law» me he encontrado con esto:
En nuestro derecho, nadie tiene derecho a ser amado, es decir, nadie puede ejercitar una pretensión judicial –una pretensión indemnizatoria, en nuestro caso– porque otra persona se niega a quererle, a amarle: no hay derecho al amor aunque ello pueda causar el suicidio del desesperado amante [The Sorrows of Young Werther (Die Leiden des fungen Werthers) una novela de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), publicada en 1774]. Más discutiblemente, nadie tiene derecho a seguir siendo amado, aunque algunos juristas defienden que la infidelidad matrimonial y sus consecuencias biológicas deberían dar lugar a una pretensión indemnizatoria a favor del cónyuge afligido por ellas.
¡El corazón de aquella chica no se puede conquistar con pretensiones judiciales!
Se lo envío a un amigo y me recuerda aquella clase en la que el Profesor Bastos pregunta, con ese acento gallego que tan bien combina con poses relajadas y manos agitadas: «¿Tengo derecho yo a tener una novia?». Siguen sus risas graves, como si estuviera en la sobremesa hablando a sus colegas; todo ello para explicar, como no, el papel coercitivo del Estado.
Y habiendo aludido antes a Fel, acabo con un tremendo tuit suyo de hace unas horas: "Si estás enamorado no vas a pegarte con la policía." ¡Ay, si quisieran el amor y no la independencia!