Arxiu d'escrits – C.S.

Ropa y tanques

La luz tenue de las farolas y el choque de las olas mezclándose con el reguetón de fondo. S. y yo manchados por las sombras conversando antes de adentrarnos en la selva de menorquines que se forma en el puerto de Mahón cuando el Paput abre por Navidad. Estamos hablando con la jerga de los estudiantes de derecho en busca de prácticas cuando se nos acerca una desconocida. Fogosa, me mira de arriba a bajo, me envuelve con un brazo y le suelta a S.: «¡este es de los nuestros, eh!». Acto seguido se arremanga y me enseña su pulsera de España, y yo respondo con una risa incontenible. En ese contexto cualquier otra respuesta hubiera pecado de pretensiosa. «No, mira, yo considero que permitir partidos independentistas quiebra la unidad nacional que se persigue en Occidente, pero a la vez debemos apreciar la diversidad…»; «OK boomer» de manual.

Está claro que desprendemos mucha información con lo que llevamos puesto. Juzgando sólo por mi indumentaria me suelen considerar un tipo formal y serio, conservador si se quiere decir. De hecho, viéndome en mi modo fiestero en más de una ocasión me han dicho que no me imaginaban tan divertido. Esto me ha llevado a plantearme si debiera vestir de manera menos clásica y, por otro lado, por qué visto así. En cuanto a la primera cuestión, ya introduciré alguna prenda o combinación que me haga más alegre a primera vista, pero de momento no me preocupa demasiado. Lo segundo, sin embargo, sí que despierta curiosidad. ¿Por qué visto de manera más clásica que los otros jóvenes que me rodean?

El otro día, en una cena navideña, me fijé en el reloj de una persona: un Cartier Tank. Me pareció precioso, un digno merecedor del título de «reloj que llevaría de por vida» por debajo, eso sí, del mítico modelo Santos. Pero ¿realmente me gusta el Tank como resultado de pasar por el tamiz de mi racionalidad o porque lo lleva esa persona? Creo que esta, al igual que la anterior pregunta, puede explicarse con la premisa fundamental de la teoría mimética de René Girard: «El hombre busca hacerse un ser que está esencialmente fundado sobre el deseo de su semejante». En otras palabras, no quiero vestir así por desear la utilidad o características de tal objeto sino porque quiero imitar (inconscientemente) a una tercera persona, como Don Quijote con Amadís de Gaula. ¿Vestiría igual en una facultad de Bellas Artes?

Una de las conclusiones que parece desprenderse de todo esto –y omitiendo el chivo expiatorio de la teoría girardiana– es que tal vez podamos recuperar el control sobre nuestros deseos averiguando quien queremos ser (y exteriorizándolo con nuestra vestimenta), en lugar de pulular inconscientemente tras los de otros. Nietszche decía que «all great man are play actors of their own ideal», por lo que, para apaciguar mi supuesto cayetanismo, tal vez deba empezar a fijarme en Pablo Iglesias.

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